El modo de plantear Vértico es abierto y profesional, abarcando desde cuatro perspectivas distintas la formación psicofísica del actor. Nuestro objetivo es profundizar en lo que uno mismo conoce mediante la repetición de secuencias y ejercicios estructurados, y encontrar en ello una nueva metodología de la investigación y creación en el arte escénico.
Principalmente son cuatro las razones por las que pensamos que un entrenamiento continuo no debe pasarse por alto:
(1) la capacidad de estar disponible y responder a las demandas tanto físicas como psíquicas de la profesión;
(2) el dominio y ajuste de la atención, la capacidad de concentración y de rápida toma de decisiones durante la actuación;
(3) el ser capaz de percibir, modular y controlar a través del cuerpo y del movimiento esa fuerza interna responsable de la vida escénica que es la energía; y, por último,
(4) la de descubrir y mantener en activo mi imaginación como artista.
¿Qué es la imaginación? ¿A qué nos referimos cuando decimos que alguien tiene imaginación? ¿Quién define esto? ¿Están las imágenes en el cuerpo o en la cabeza? ¿Para qué le es útil al actor exactamente? Es más, ¿se puede llegar a entrenar? ¿Cómo?
Puede que lo importante en nuestra formación no sea el encontrar la solución a un determinado problema, sino el ser capaz de reconocer en nuestra experiencia lo que queremos encontrar, es decir, en identificar y definir a través de nuestra experiencia la cuestión o el problema que está en juego para luego ir aclarando nuestro camino hacia él.
También puede que haya más disparidad de lo que en un primer momento se piensa sobre la acción de imaginar, como la hay con el hecho de actuar. Cuando uno define mediante su experiencia qué es y cómo funciona la imaginación, entonces puede plantearse una forma de adquirir ese conocimiento o habilidad. Por ejemplo, ¿qué y/o cómo imagina el científico? ¿cómo el músico? ¿o un pintor?
¿Qué hace el actor cuando entrena su imaginación?
Consideremos que nuestra facultad de pensar se basa en la facultad de crear y combinar imágenes con las que luego componemos conceptos. Mediante un determinado lenguaje construimos a partir de ellas la realidad que nos rodea. El lenguaje verbal nos es tan necesario y preciado como nuestro lenguaje corporal. Ambos dependerán, entre otras cosas, de nuestra facultad de generar imágenes, es decir, de sentir y vivir en base a ellas las sensaciones que registra el cerebro. Mi experiencia de esas sensaciones es única, como lo son las imágenes que de ella provienen. ¿Quiere esto decir que son siempre subjetivas y, por tanto, equívocas en nuestro trabajo? Sin poder determinar esto con certeza, me atrevo a afirmar que construimos una realidad común en base a nuestra experiencia de las sensaciones. La sensaciones no son únicas, lo es nuestra experiencia de ellas.
Cuando entreno mi cuerpo, es decir, cuando le doy tiempo y constancia para escuchar y sentir, estoy permitiendo que reconozca las sensaciones sobre las que se construye y que disfrute en total libertad de la posibilidad de modificar tanto la sensación de esa presencia como la del espacio que le rodea. La imaginación no está en la cabeza sino en la facultad que como seres humanos todos tenemos de generar determinadas sensaciones en el cuerpo aquí y ahora, y de vivirlas con la dualidad que caracteriza el juego y la diversión: “soy, pero no soy Hamlet”. ¿No es eso actuar?