¿Qué es lo que verdaderamente se pone en juego cuando un grupo de actores-artistas se reúne en un momento particular de sus vidas para entrenar? El entrenamiento en Vértico, como idea e intento de engranar lo ético-social, lo artístico y humano, sirve para identificar y poner de acuerdo tu individualidad artística y la práctica escénica, orientar el trabajo para disfrutar y aprender. Sirve también para compartir una experiencia única y al mismo tiempo hacerlo a través de una búsqueda común.
Los talleres, laboratorios y bloques de entrenamiento se mantienen activos no por razones económicas, materialistas, por así decir. No nos mueve el materialismo práctico ni tampoco el consumismo de las técnicas. Tampoco el altruismo ni el idealismo filosófico. Poco pueden por sí solos resolver la cadena de problemas con los que el actor, cualquier persona, se encuentra hoy en su día a día, su satisfacción personal y profesional. Se trata de hacer un entrenamiento sostenible, con todas las bondades pero también contradicciones e incongruencias que la palabra conlleva. Sostenible para una misma. Este entrenamiento no te traerá contactos ni contratos, no hará de ti una actriz perfecta, entre otras cosas porque probablemente no tengas un propósito común ni compartas los mismos criterios que las personas que entrenan contigo. Tampoco sé si te hará entender mejor la "industria cultural" en la que te ves absorbida, pero sí sé que puede ayudarte a encontrar recursos para enfrentarte más cómodamente a ella. Quizás abra la posibilidad de dar cabida a un arte que te interesa, de investigar aquello que reside en tu ser y es único en ti, tu creatividad; y al hacerlo, entender y aceptar mejor la realidad que te envuelve.
Quizás nos ayude a caminar juntas hacia una mejor comprensión de nuestro papel como actores en y de la sociedad.
¿A qué nos referimos nosotros, aquí y ahora, con la idea del alma de un actor, con esta esencia humana que parece que conocemos tan bien en esos momentos de libertad y plenitud artística?
Reconozco cierto desconcierto, incertidumbre e incluso violencia cuando trato de imaginar, de dar forma a la humanidad del alma en este mundo que habitamos y me pregunto cómo esto influye en la labor y propósito de un actor, de su saber hacer. Me pregunto, sinceramente, cómo construimos la realidad que nos rodea, y cómo esta construcción está cambiando nuestra relación con la idea de alma; o con el sentido de lo humano. La exploración de las técnicas de Michael Chéjov y el entrenamiento de Phillip Zarrilli es para mí una herramienta para dar fondo y forma a estos pensamientos en la práctica escénica. El taller Repensar el entrenamiento del pasado julio partió de ellos, y dio un nuevo sentido a la investigación que llevo a cabo desde el año 2000.
En mi experiencia, trabajando con actores y estudiantes, hay dos claves afectivas que parecen influir bastante más de lo que parece en cómo nuestra creatividad se manifiesta en la actuación: la vulnerabilidad, que la alimenta, y la vergüenza, curiosamente su antagonista, que la frena o regula, según se precie, y que sobre todo está presente en nuestro miedo a fracasar delante de un público. Estas fuerzas humanas al mismo tiempo que te pueden llegar a definir creativamente, te mantienen sano y a tu arte vivo, tanto como mantienen operativa la industria y la sociedad en la que participas. No son necesariamente negativas, si bien es cierto que sin una buena gestión y aceptación de ellas tu creatividad no puede liberarse. Sin el control que la industria, la sociedad ejerce sobre ti a través de ellas, tampoco podría mantener su negocio. Son un arma de doble filo.
La apertura, la generosidad, la confianza en tus propias sensaciones y los sentimientos que originan, son algunos de los recursos para gestionar estas fuerzas. A través de tu entrenamiento aprendes a reconocerlas y respetarlas, a saber “actuar” con ellas, consecuentemente, sin forzarte. Un buen entrenamiento afecta a tu orientación personal y profesional, actitud ante la vida y disponibilidad hacia el trabajo. No me refiero a marcarte una superación personal como objetivo de aprendizaje. La cualidad de tu creatividad la encontrarás en la libertad que le des a las imágenes, no en el esfuerzo de tu pensamiento ni en la idiosincrasia de tu psicología. La creatividad no es un fin a conseguir, sólo se puede disfrutar, como el amor, cuando viene. Trabajando con las imágenes (es decir, entendiendo nuestra relación con ellas) podemos encontrar la manera de estrechar lazos entre nosotros y la realidad que nos rodea, rescatando algo que verdaderamente nos constituya como artistas y seres humanos únicos.
A todo esto me refiero cuando pienso en el alma humana, y en el entrenamiento del actor como una forma de atender, respetar y aprender a cuidar nuestra creatividad, que es lo que fundamentalmente caracteriza a quien somos, nuestro propio estilo y de manera honesta, como dice Chéjov. Sin embargo, el exceso de fórmulas, protocolos, burocracia, tecnología y algoritmos parecen conducir nuestra vida social, no sólo virtual. No sé si allí ese alma humana, libre y propia, encuentra forma alguna de manifestarse plenamente, de satisfacerse. En momentos de exceso subscribo plenamente lo que pone Rosa Chacel en boca de Leticia Valle:
Tengo tal necesidad de pensar por cuenta propia, que, cuando no puedo hacerlo, cuando tengo que conformarme con alguna opinión que no arranca de mí, la acojo con tanta indiferencia que parezco un ser sin sentimientos.
Existe un aspecto aún más intangible, si se puede, que un algoritmo en Facebook, que es la desorientación moral y ética que respiramos. Digo esto consciente de la osadía de mis palabras, porque admito un cierto necesario cuestionamiento de la moral y la ética dentro del contexto y algunos momentos que vivo. Me pregunto qué hace que las fake news, las opiniones infundadas, los silencios traidores, lo dicho sin querer decir, consigan destruir lo que destruyen; dónde se encuentra nuestra capacidad de identificar la verdadera moral de la falsa impostura, la postura ética de la pose correcta; qué nos empuja a ponernos de acuerdo en posicionamientos diametralmente opuestos en ocasiones, y hacerlo mediante algún tipo de fórmula que finalmente resulta ser no sólo totalmente inoperante, si no también estúpidamente autodestructiva.
Sol Garre, Madrid, septiembre 2022
Fotografías:
Repensar el entrenamiento. Recuerdo del grupo. De izq. a dch.: Carmen Sánchez, Sira Perdiguero, Sara Ballesteros, Pilar Gil, Jessica Huerta, Isaac Tortajada, Juanjo Navarro, Sol Garre, Marta Doldán, Luz Juanes, María Figueroa, Alberto Amarilla y Amparo de Gata. Vértico-exlímite, Julio 2022. Foto: A. Amarilla
Voces Humanas. Recital del teatro con Luz Juanes, Concha de Diego, Amparo de Gata y Sira Perdiguero. Batuta: Sol Garre. Espacio exlímite, Madrid, 31 de julio de 2022. Fotos: Vértico
Luz Juanes interpretando Nana, de Samuel Beckett
Amparo de Gata durante los ensayos de Voces Humanas
Sira Perdiguero interpretando La mujer de pie, de Chantal Maillard
Concha de Diego interpreta a Juana La Loca